La resistencia del Exilio Dominicano. La solidaridad internacional

Juventud Revolucionaria – Juventud Democrática (J.D.).
febrero 21, 2017
Juancito Rodríguez García
febrero 21, 2017

La década de los años cuarenta reviste gran importancia para la historia dominicana, pues la influencia del extraordinario movimiento democrático que en todo el mundo acompañó la lucha contra el fascismo hitleriano y contra sus planes expansionistas de dominación universal que desencadenaron la Segunda Guerra Mundial, también se manifestó en nuestra patria.

Ese grandioso movimiento democrático se fortaleció después que los ejércitos de Hitler invadieron Polonia, Francia, Holanda, Bélgica y la Unión Soviética y de la entrada de Estados Unidos en ese conflicto bélico mundial en 1941. A partir de ese momento casi todos los países de América Latina le declararon la guerra a Alemania.

En nuestro país ese movimiento continental y mundial contra el fascismo se dejó sentir en el plano de la lucha social y política contra la dictadura de Trujillo y en favor de las libertades democráticas. Pero sobre todo en el plano del sector obrero de la industria azucarera, donde se iniciaron movilizaciones con los siguientes propósitos: la creación de un sindicalismo obrero independiente y para alcanzar mejorías salariales y en las condiciones de vida en los bateyes donde los obreros vivían en medio de la pestilencia y la insalubridad y por el logro de la reducción de la jornada de trabajo, que entonces alcanzaba las 12 horas diarias.

Fue también en ese ambiente de efervescencia en favor de la democracia que se crearon los primeros partidos opositores a la dictadura. El Partido Revolucionario Democrático Dominicano, más tarde Partido Socialista Popular y la Juventud Democrática.

En aquellos días, la llegada de cerca de 3,000 mil refugiados españoles a partir de 1939, víctimas de la derrota que sufrieron los republicanos en la terrible guerra civil que azotó a su patria y que llevó al poder a las fuerzas falangistas del general Francisco Franco, simpatizante y amigo de Hitler, contribuyó a fortalecer la brega por la democracia en nuestro suelo. Muchos refugiados se convirtieron en activistas de la lucha democrática y por esa razón varios centenares fueron reprimidos o expulsados.

También contribuyó al avance de las ideas democráticas en aquellos días, el ascenso al poder en Cuba, Venezuela, Costa Rica y Guatemala, de líderes políticos amigos y solidarios con el exilio dominicano, quienes prestaron generosa ayuda a las permanentes actividades de denuncias contra la dictadura que se llevaban a cabo en el extranjero. Merece que recordemos hoy la conducta solidaria con el pueblo dominicano en esos días de Rómulo Betancourt y el novelista Rómulo Gallegos, Presidentes de Venezuela, de Juan José Arevalo, Primer Mandatario de Guatemala, de José Figueres, Presidente de Costa Rica y Muñoz Marion, gobernador de Puerto Rico.

Por otro lado, la Segunda Guerra Mundial originó un aumento en los precios de nuestros principales productos de exportación (azúcar, tabaco, café, cacao) hecho que determinó un superávit sustancioso en nuestra balanza comercial, pero que no benefició al pueblo pues al profundizar Trujillo su monopolio sobre las importaciones y exportaciones (salvo la exportación de azúcar, en manos de empresas norteamericanas y de la familia Vicini), el tirano resultó el gran favorecido. Un informe de la Embajada de Estados Unidos de julio de 1944, señala que “ninguna empresa comercial o industrial de proporciones valederas puede ser establecida por dominicanos sin compartir garantías con Trujillo”, y otro de ese de ese mismo año estima que los ingresos anuales de Trujillo en sus diferentes negocios se acercaban a los 6 millones de dólares y que de ese total cerca de dos millones y medio tenían su origen en los “controles” y la especulación por causa de la guerra.

Por esos días también bajo el influjo del avance de la democracia en todo el mundo, se registró un crecimiento inusitado en la creación de nuevos sindicatos y fruto de lo anterior se registraron dos huelgas importantes en los ingenios azucareros de la región este del país: en San Pedro de Macorís y La Romana.

La primera estalló en enero de 1942 demandando la reducción de la jornada de trabajo y por aumentos salariales. La segunda, más fuerte que la primera por su duración y contundencia, pues duró casi una semana, alcanzó un éxito notable pues los obreros recibieron aumentos salariales, sobre todo los vincularos al trabajo fabril, cuyos salarios fueron aumentados en más de un 50%. Los jornaleros de los campos cañeros, casi todos haitianos, recibieron aumentos cercanos al 11%.

Tan pronto terminó la huelga, la dictadura organizó una represión brutal contra sus principales activistas. Se conoce que no menos de 20 de sus organizadores fueron asesinados. Mauricio Báez, Nando Hernández y Justino José del Orbe, principales dirigentes de este movimiento huelguístico lograron salvar la vida escondiéndose y luego buscando asilo político para abandonar el país.

Las noticias de esta campaña represiva levantaron una nueva jornada de repudio contra la tiranía en toda el área del Caribe, particularmente en Cuba, Puerto Rico, Costa Rica, Guatemala y México, donde la solidaridad con la causa dominicana era intensa.

Tal situación, además de la oleada que en aquellos momentos recorría el mundo a favor de la democracia, condujeron a Trujillo a entrar en negociaciones con el Partido Socialista Popular Cubano, por medio de la cual se llegó a un acuerdo para permitir que un grupo de oposición que aglutinaba a los comunistas dominicanos, el Partido Socialista Popular Dominicano, cuyos principales líderes se encontraban exiliados en la Patria de Martí, regresaron al país para desarrollar sus actividades partidarias.

Pero el “acuerdo” duró muy poco tiempo. Además todas las actividades del Partido Socialista Popular y hasta los movimientos de sus principales dirigentes eran permanentemente vigilados por la policía secreta de la dictadura.

Aún así, el discurso oposicionista de los miembros del PSP y los de la Juventud Democrática, lograron un rápido crecimiento de sus simpatías en el seno del pueblo. En septiembre y octubre ambas entidades realizaron manifestaciones importantes en el interior y la ciudad capital logrando nutrida concurrencias. La última, efectuada en octubre de 1946 en el Parque Colón de Santo Domingo, fue asaltada agresivamente por esbirros de la tiranía, en un claro indicio de que Trujillo daba por terminada esta supuesta “apertura”. En efecto, a partir de ese día se inició una terrible campaña de persecución contra los principales dirigentes del PSP y la Juventud Democrática. Decenas de sus miembros fueron apresados, torturados y asesinados y otros para salvar la vida buscaron asilo en varias representaciones diplomáticas.

A partir de ese momento y al amparo de la “Guerra Fría” decretada en 1947 por Estados Unidos e Inglaterra contra la Unión Soviética y su sistema socialista, todo asomó de oposición a la dictadura de Trujillo era calificada de “comunista”, corriente política que fue prohibida mediante ley y declarada como “subversiva, enemiga de la paz, de la civilización y el cristianismo”.

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