La reelección de Balaguer en 1974

La reelección de Balaguer de 1970
febrero 24, 2017
Las elecciones de 1978
febrero 24, 2017

Después del fraude electoral que permitió su reelección en 1970, el ambiente político dominicano de los años siguientes mostró los mismos perfiles represivos y violatorios de los derechos humanos anteriores, pero ahora con acciones más graves.

Fue ampliada la labor persecutoria de exterminio contra los principales líderes de los grupos calificados como comunistas y revolucionarios. Así por ejemplo, el 14 de julio de 1970, fue muerto por la policía, Otto Morales, y poco después, Homero Hernández. Ambos asesinados por las “fuerzas del orden” en plena calle, al medio día, a la vista de los transeúntes. La desaparición en octubre de 1971, después de haber sido apresado, de Andrés Ramos Peguero, dirigente y fundador del MPD. Más tarde fue asesinado en Santiago Jesús María Álvarez Peña (Boyoyo). En aquellos días también continuó el asedio policial permanente contra escuelas y liceos, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, contra locales de sindicatos y asociaciones de campesinos. Por su parte, el patrullaje y las requisas policiales diurnas y nocturnas a la ciudadanía se convirtieron en hechos cotidianos.

La situación de violencia que padecía en aquel momento la población dominicana, que el Presidente atribuía a “fuerzas incontrolables”, motivó al episcopado a publicar un documento en agosto de 1970, reclamando “detener este rio de sangre, que nos salpica a todos y ante la mirada del mundo nos adentra en la selva con el resurgimiento de los instintos más primitivos”.

Corría pareja la violencia descrita con el incremento desenfrenado de la corrupción que envolvía a funcionarios, administradores de las empresas del Estado, contratistas de obras del gobierno y proveedores de mercancías a las fuerzas armadas. Tan visible y palpable que era denunciada constantemente por los principales medios comunicación, obligando al Primer Mandatario a admitir la creación en su gobierno de unos 30 nuevos millonarios, pero subrayando que “la corrupción se detiene en la puerta de mi despacho”.

En medio de ese clima de corrupción y de persecuciones y las cárceles repletas de presos políticos, el 24 de septiembre de ese año, día de nuestra Sra. De la Altagracia, Patrona del pueblo dominicano, fue asesinado por miembros de la policía que allanaron su hogar a las 6:30 AM, frente a los ojos desorbitados de su esposa y su hijo pequeñito, el dirigente estudiantil y del MPD, Amin Abel Hasbun

.

Para profundizar aún más la represión ese mismo año fue creada por la jefatura de la Policía Nacional dirigida por un oficial de ese cuerpo, Oscar Núñez Peña y Ramón Pérez Martínez (Macorís) el Frente Democrático Reformista Anticomunista (mejor conocido como “La Banda”), integrada por un grupo de facinerosos que se especializó en asaltar a clubes barriales juveniles, iglesias, liceos secundarios, locales de sindicatos y de partidos, y la persecución y el asesinato de dirigentes barriales y de los partidos de la oposición.

La Banda, cuya actuación alcanzó casi dos años, dejó una larga secuela de crímenes a plena luz del día. El patrocinio oficial fue tan evidente y escandaloso que trascendió nuestra frontera, preocupando incluso a congresistas norteamericanos, realidad que motivo la realización en el extranjero de una campaña internacional de denuncia contra el régimen de Balaguer y en solidaridad con el pueblo dominicano. En el Congreso de Estados Unidos llegó a plantearse la posibilidad de sancionar al gobierno de Balaguer con la suspensión de la cuota azucarera cercana a las 650 mil toneladas cortas que disfrutaba el país en el mercado de Estados Unidos.

Esa seria amenaza condujo al Presidente Balaguer a actuar rápidamente. Una declaración suya que publicaron los diarios nacionales el 11 de septiembre de 1971, expresa: “Si el Presidente Nixon y un grupo respetable del Congreso de los Estados Unidos considera mi renuncia necesaria para que el país se le asigne la cuota azucarera, estoy en la disposición de retirarme de la vida pública”. Ese mismo día ordenó al Jefe de la Policía Nacional, general Enrique Pérez y Pérez, que fuera disuelta La Banda y que el jefe de la misma, teniente Oscar Núñez Peña, fuese puesto en retiro. Dos días después, el jefe policial anunció la detención de 250 miembros de La Banda junto a su dirigente Ramón Pérez Martínez, quien después fue expatriado con destino a Europa.

Pese a la orden de disolución de La Banda, las acciones criminales no se detuvieron. En octubre 10, cinco jóvenes dirigentes del Club Cultural Héctor J. Díaz fueron secuestrados y asesinados por efectivos policiales. El Arzobispo Coadjunto de Santo Domingo, Mons. Hugo Polanco Brito, protestó en esos días contra el “río de sangre que sigue cobrando víctimas”.

El 12 de enero de 1972, cerca de 500 soldados del ejército, la policía y la aviación, con tanques, tanquetas y helicópteros rodearon una residencia del Kilometro 12 de la autopista Las Américas. Allí se habían refugiado 4 miembros del grupo izquierdista “Los Palmeros”: Amaury German Aristy, Bienvenido Leal Prandy (La Chuta), Virgilio Perdomo Robles y Ulises Cerón Polanco. Todos eran acusados de dirigir un asalto contra la sucursal bancaria de The Royal Bank of Canadá. Pero en verdad eran perseguidos bajo sospeche de ser partidarios de los propósitos revolucionarios del coronel Caamaño. Los Palmeros enfrentaron a los sitiadores originándose una batalla que duró cerca de 10 horas, donde perdieron la vida.

Este hecho y el desembarco en febrero de 1973 por Playa Caracoles en la bahía de Ocoa del coronel Caamaño, acompañado de un pequeño grupo de ocho guerrilleros, acción insurreccional que fue sofocada a los pocos días por el ejército con el trágico fusilamiento, después de caer prisionero el 16 de febrero el héroe de abril, sirvieron de elementos justificatorios al gobierno para mantener e incrementar aún más el clima de represión que llevaba ya varios años. En Washington, en febrero 22, el Senado Edward Kennedy, expresó que “los arrestos masivos de individuos sin acusaciones parecen no tener proporción con cualquier preocupación razonable sobre la seguridad nacional”. En marzo 28 el periodista Gregorio García Castro fue asesinado de tres balazos en la cabeza poco después de salir de sus labores a las 9 de la noche. El autor fue el teniente Juan María Arias Sánchez. El crimen conmovió al país. Poco después, en abril con motivo del “sermón de las siete palabras de la Semana Santa”, el padre Vicente Rubio condenando la violencia denunció que “en la República Dominicana la vida vale menos que un cigarrillo cremas”.

Por aquellos días, la UASD fue ocupada por fuerzas militares en varias ocasiones, en una de estas acciones en abril 4 de 1973, perdió la vida la estudiante de economía, Sagrario Ercira Díaz, quien recibió un balazo en la cabeza.

El desembarco de Caamaño y su posterior fusilamiento y la controversia que se originó a partir de esos hechos en el seno del más fuerte partido de la oposición, el PRD, entre sus dos principales líderes, el profesor Bosch y el Dr. Peña Gómez, y la posterior renuncia del primero para fundar el Partido de la Liberación Dominicana, estimularon las ambiciones continuistas de Balaguer.

Bajo ese ambiente de terror se abrió la campaña electoral para los comicios de mayo de 1974. El principal partido opositor, el PRD, bajo la dirección del Dr. Peña Gómez, junto al Partido Revolucionario Social Cristiano, el Partido Quisqueyano Demócrata y el Movimiento Popular Dominicano lograron crear un fuerte bloque antireeleccionista que denominaron: “Acuerdo de Santiago”, que nominó al hacendado Antonio Guzmán como su candidato presidencial, agrupamiento que se convirtió rápidamente en una fuerza electoral poderosa con posibilidades reales de detener el continuismo.

El Dr. Balaguer, de nuevo postulado como candidato del Partido Reformista, no solo utilizó como nunca de los recursos del Estado para promover su candidatura y profundizó aún más la represión, impidiendo el libre desenvolvimiento de las actividades proselitistas del candidato opositor, Antonio Guzmán, sino que además, lanzó arbitrariamente las fuerzas militares en apoyo a su reelección. El coronel del ejército norteamericano, Brian J. Bosch, en aquel momento agregado militar en nuestro país, narró en su libro “Balaguer y los militares dominicanos” lo que vio en aquellos días:

“En toda la República Dominicana era evidente el apoyo militar a la candidatura de Balaguer. Los caciques militares provinciales, tales como Jáquez Olivero y Almonte Mayer, eran visibles en el interior como lo había sido cuatro años antes. En Santo Domingo destacamentos tales como la columna móvil de vehículos armados del Capitán del Ejército Marte Hoffiz recorrían las calles de la capital ondeando banderolas del Partido Reformista. En el Campamento Militar 16 de Agosto, se colocó una fotografía de Balaguer en la pared detrás de las camas de los soldados en los cuarteles de la Primera Brigada. En las unidades de la guardia era común la práctica de colocar una pequeña fotografía del Presidente en la cacha de madera del fusil de cada soldado. Aún los comandantes profesionales, tales como el General Cuervo Gómez, no se podían resistir: tenía un gran retrato de Balaguer en un mural pintado en la parte exterior de uno de los cuarteles en el centro de su guarnición en Villa Mella”.

A causa de la permanente situación de represión contra las actividades de la oposición que arrojaban ya en abril varios muertos y decenas de heridos y amenazas de muerte de sus candidatos, el grupo de partidos del Acuerdo de Santiago se vio obligado a retirarse de los comicios, y Balaguer para “legalizar” el proceso comicial asistió a la cita electoral teniendo como único contendiente el ex contralmirante trujillista Luis Homero Lajara Burgos, presidente de un partido fundado para la ocasión: el Partido Demócrata Popular. A continuación los resultados finales de aquellos comicios:

Partido Reformista 942,276

Partido Demócrata Popular 170,693

Luis Orlando Martínez Howley (1944-1975)

Pocos dominicanos de su época alcanzaron la formación científica y cultural lograda por Luis Orlando Martínez Howley. Este joven era oriundo de Las Matas de Farfán, pequeña comunidad del sur del país cercana a la frontera que no reunía, cuando él nació, los ocho mil habitantes. Fueron sus padres, Mariano Martínez y Adriana Howley.

Orlando se inició en las actividades políticas y culturales inmediatamente desaparecida la tiranía de Trujillo en 1961 y fue en su época de estudiante del bachillerato un activista de los grupos juveniles que participaron en las movilizaciones a favor de la salida del poder de los remanentes de la dictadura. Durante ese periodo se unió al Partido Socialista Popular, que más tarde cambio de nombre por el de: Partido Comunista Dominicano.

Inmediatamente ingresó a los estudios universitarios en la UASD, se integró a la organización que reunía allí al conjunto de los estudiantes de la izquierda dominicana: Fragua. En esa entidad estudiantil alcanzó posiciones dirigenciales y en esa calidad fue designado en 1967 como representante dominicano ante la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD) que tuvo su sede en Budapest, Hungría. En esa posición viajó por toda Europa, Vietnam y América Latina.

Cuando regresó a su país en 1970, pasó a colaborar en el periódico de su partido y más tarde en el Departamento de Prensa del canal 7 de televisión; de aquí pasó al diario “El Caribe”. En noviembre de 1973 fue designado Director Ejecutivo de la “Revista Ahora”, donde venía trabajando desde hacía dos años. En esta época también colaboraba con el vespertino “El Nacional”.

En la revista que dirigió inició la publicación de la columna “Microscopio”, dedicada al análisis de las cuestiones políticas del país, captando por la agudeza y claridad de sus enfoques miles de lectores. Sus artículos dedicados a las cuestiones agrarias, a la expoliación de las empresas extranjeras, a los conflictos de los grupos civiles y militares que se disputaban el control del poder, durante el gobierno del Dr. Joaquín Balaguer, le granjearon una popularidad poco común. Por el tratamiento clarividente que manifestaban sus escritos sobre estos últimos temas fue amenazado de muerte en varias oportunidades, hasta que finalmente, el 17 de marzo de 1975, mientras transitaba en su automóvil por la avenida José Contreras que bordea la Universidad Autónoma de Santo Domingo, fue obligado a detenerse y asesinado por sicarios al servicio de uno de los grupos militares del gobierno.

En principio, la Policía Nacional, controlada por una de esas facciones uniformadas, acusó al Partido de la Liberación Dominicana, y de costado, a su máximo líder, el Profesor Bosch, de estar involucrados en el crimen. Acusación que no pudo sostenerse.

Pero denuncias contundentes sin embargo lograron determinar que los verdaderos autores del asesinato fueron varios miembros de los “servicios especiales” de la Aviación, entre otros, el entonces mayor Joaquín Pou Castro, Mariano Cabrera Duran y Alfredo Lluberes Ricart, quienes fueron denunciados y sometidos a la justicia por sus familiares y compañeros de partido.

El Dr. Balaguer dejó claros indicios de que conocía a los asesinos de Martínez Howley, pues en su libro “Memorias de un cortesano en la Era de Trujillo” publicado en 1988 dejó una página que decía: "Esta página se inserta en blanco. Durante muchos años permanecerá muda, pero un día hablará, para que su voz sea recogida por la historia. Callada, como una tumba cuyo secreto a voces se levantará, acusador, cuando el tiempo permita levantar la losa bajo la cual permanece yacente, la verdad. Su contenido se deja en manos de una persona amiga que, por razones de edad está supuesta a sobrevivirme y que ha sido encargada por mí de hacerlo público algunos años después de mi muerte."

Nueve meses más tarde del asesinato de Martínez Howley, su hermano Edmundo, quién venía realizando esfuerzos investigativos para lograr descubrir a los criminales, fue también brutalmente asesinado en su propia residencia.

Durante el régimen de los 12 años del Dr. Balaguer, fueron inútiles todos los esfuerzos dirigidos al logro de que la justicia dominicana actuara siquiera ordenando la detención e investigación de los militares denunciados como autores, pero durante el gobierno de Antonio Guzmán (1978-1982) se inició formalmente el proceso, sin embargo diferentes incidentes jurídicos, unidos a presiones políticas permitieron que los criminales continuaran en libertad. Durante casi dos décadas este caso permaneció en la fase de instrucción.

Finalmente, en el año 2007, treinta y dos años después, la Cámara Penal de la Corte de Apelación condenó a Cabrera Duran y Lluberes Ricart, a 30 años de cárcel, mientras Pou Castro, quien había alcanzado el grado de general, en ese momento en retiro, fue sentenciado a 20 años. Fue este el proceso más largo que registra la historia de la justicia dominicana.

[photo_gallery_wp id="58"]
es_DOES
X