Mucho antes de producirse en enero de 1960 la difusión de la Carta Pastoral que originó el rompimiento definitivo entre la Iglesia Católica y el dictador Trujillo, un grupo numeroso de jóvenes religiosos que incluía a sacerdotes y seminaristas, habían iniciado actividades clandestinas de oposición a la tiranía.
Para organizar sus acciones conspirativas los jóvenes religiosos crearon la agrupación Acción Clero Cultural, que tuvo entre sus iniciadores al sacerdote Daniel Cruz Inoa, quien asumió la dirección del grupo, a los estudiantes Ezequiel González Reyes y Francisco Aníbal González (Pachico), el activista religioso Rafael Taveras Rosario (Fafa). También formaron parte de la ACC, los seminaristas Luis Ramón González, Hipólito Medina y Mario Peña González (Papilín), Vinicio Disla, William Lantigua y el sacerdote Fabré de la Guardia, de nacionalidad cubana.
El grupo inicial se fue extendiendo rápidamente enlazando religiosos antitrujillistas de varias regiones del país. Por medio de los iniciadores Ezequiel y Aníbal González, de Taveras Rosario y del Padre Cruz, Acción Clero Cultural entró en relaciones con Manolo Tavárez Justo y Minerva Mirabal, sumando su esfuerzo al Movimiento 14 de Junio, que ambos estaban organizando y que ya tenía ramificaciones en casi todo el país.
También formaron parte de este importante movimiento religioso antitrujillista los seminaristas, Nicolás de Jesús López Rodríguez (sobrino del dirigente político exiliado en Cuba, general Juan Rodríguez y actualmente Cardenal), Jesús María de Jesús Moya (actual Obispo de San Francisco de Macorís), Ramón Pons Bloise, Ercilio de Jesús Moya, José Manuel Peña y Benito y Daniel Taveras.
Por medio de sus actividades culturales y religiosas la ACC logró a su vez la integración al movimiento de centenares de campesinos, pequeños y medianos propietarios, de jornaleros, de medianos y pequeños comerciantes de las zonas rurales, hecho que amplió y fortaleció su influencia, sobre todo en el Cibao: Santiago, Moca, La Vega, Salcedo, San Francisco de Macorís y Puerto Plata.
Cuando en enero de 1960 los servicios secretos de la dictadura descubrieron la conspiración del Movimiento 14 de Junio, dando inicio a las amplísimas persecuciones que originaron la detención y el envío a prisión de centenares de jóvenes de todo el país, donde fueron sometidos a las más crueles torturas y no pocos asesinados, como el seminarista Papilín Peña González, fue de gran sorpresa y espanto para los aparatos represivos y la alta dirección de la satrapía de Trujillo, notar la gran cantidad de jóvenes religiosos que participaban de esa importante conspiración antitrujillista.
A partir de ahí la dictadura dio inicio a toda una campaña por la radio, la prensa escrita y la televisión contra la Iglesia Católica que alcanzó los linderos del desquiciamiento. En esa campaña, utilizando los epítetos más bajos, se acusó a sacerdote y monjas, incluso, a los obispos y hasta al representante del Vaticano, Monseñor Zanini, recién llegado al país en octubre de 1960, de estar al “servicio del diablo y de ser agentes del comunismo internacional”.
Por ese camino, que fue su verdadero despeñadero, el tirano no solo ordenó a las fuerzas represivas el acoso de varios obispos y sacerdotes, sino también la amenaza de muerte contra Mons. Panal, arzobispo de La Vega y Mons. Tomás O´Reilly, de San Juan de la Maguana, a quienes Trujillo identificaba como los principales dirigentes religiosos de la conspiración contra su régimen. El Mons. O´Reilly se vio obligado en esos días a abandonar su sede eclesiástica para buscar refugio en un colegio de monjas católicas en Santo Domingo, mientras Monseñor Panal pasó por la humillante amargura de ver invadido su templo de vándalos y prostitutas borrachos, enviados por la dictadura que, vociferantes, clamaban por su muerte.
Los hechos aquí resumidos evidencian que la tiranía en aquel momento había entrado en una fase demencial que anunciaba su desaparición, como en efecto ocurrió, el 30 de mayo de 1961.