LA DICTADURA DE TRUJILLO. Periodo del 1950 al 1958

La Legión Caribe
febrero 21, 2017
Campo de exterminio del Sisal, en Azua
febrero 21, 2017

A pesar que desde 1951 todo aparato de la dictadura, había iniciado la acostumbrada campaña propagandística a fin de proclamar una vez más en 1952 la “necesidad de la reelección de Trujillo”, ese último año el déspota decidió recomendar a la asamblea de su partido al general Héctor Bienvenido Trujillo Molina como candidato a la Presidencia de la República para las elecciones de mayo, las cuales transcurrieron en medio de la “paz y la tranquilidad” habituales.

El acto de juramentación celebrado el 16 de agosto de 1952, fue una ceremonia gris. El nuevo presidente no pronunció discurso alguno. Asistió al evento como invitado el dictador de Nicaragua Anastasio Somosa

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El mismo día de su juramentación, mediante decreto, el nuevo Presidente de la República designó a Trujillo Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

Para entonces la dictadura se encontraba férreamente consolidada pues la oposición había sido totalmente liquidada y al amparo de la “guerra fría”, Washington estrechó aún más sus vínculos con el régimen dominicano. Había contribuido a ello la extraordinaria red de cabilderos que Trujillo tenía contratados en los altos círculos del poder de los Estados Unidos, para cuyo mantenimiento el país erogaba sumas fabulosas.

Esta red envolvía a altos militares, relacionadores públicos, abogados, senadores, miembros de la Cámara de Representantes, diplomáticos y hasta funcionarios del Departamento de Estado.

Entre los más activos cabilderos se encontraban Joseph E. Davis, quien desplegó grandes esfuerzos para hacer más fructífero el viaje que a finales de 1952 realizó el dictador dominicano a Estados Unidos. Otro cabildero de importancia lo era Franklin D. Roosevelt, hijo. Durante ese viaje, Trujillo fue elogiado por el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Fred N. Vinson, quien comparó al dictador dominicano con Washington, usando las siguientes palabras:”El generalísimo Trujillo es uno de los pocos hombres que tienen el privilegio en el mundo de haber encendido la antorcha de la civilización, lo mismo que hizo Washington a los Estados Unidos, para procurar el bien, el progreso y la prosperidad de su pueblo”. (E. Rodríguez Demorizi. Cronología de Trujillo. Pág.227. Impresora Dominicana. 1955).

El déspota además fue recibido y agasajado por David Bruce, Secretario de Estado en funciones, por el contralmirante Franc C. Nash; fue objeto de atenciones de John Foster Dulles, Secretario de Estado; fue recibido también en enero de 1953, por el Presidente Truman, próximo a cumplir su mandato presidencial, y el 6 de marzo, por Dwight D. Eisenhower, en ese momento Presidente de Estados Unidos. Trujillo en calidad de Canciller del gobierno dominicano, cargo para el que fue nombrado semanas antes, firmó en nombre de la República con el gobierno norteamericano un Tratado de Defensa Mutua.

El déspota dominicano realizó varios viajes a Estados Unidos, y otro a España, Italia y el Vaticano, entre junio y agosto de 1954. En suelo Ibérico, el tirano dominicano, quien desde hacía muchos años había realizado esfuerzos por el ingreso de ese país a las Naciones Unidas, y a favor de un acuerdo entre España y los Estados Unidos, fue recibido por el dictador Francisco Franco con todos los honores.

En el vaticano, el 15 de junio de 1954, en su calidad de Ministro Plenipotenciario, firmó un Concordato con la Santa Sede en representación del gobierno dominicano. Ese mismo día fue recibido por el Papa Pio XII, con “celestiales bendiciones”. Ya antes, el Secretario de de Estado del Vaticano, monseñor Tardini, le había condecorado con la gran Cruz de la Orden Piana.

En 1930 la sociedad dominicana se encontraba organizada sobre la base de una institución estatal débil, apenas en vías de consolidación, pero que actuaba como elemento regulador de los conflictos sociales mediante la puesta en práctica de mecanismos democráticos. La burocracia civil y militar de ese Estado era muy reducida y particularmente el ejército apenas tenía 2,000 miembros. De acuerdo con los lineamientos constitucionales, el poder civil prevalecía sobre el militar.

El Estado Dominicano de 1955 era totalmente distinto del existente en 1930, pues ante todo había dejado de ser el elemento regulador de los conflictos sociales, pasando a ser instrumento político y represivo de un pequeño grupo burocrático civil y militar, utilizado casi exclusivamente para la acumulación y concentración de capitales.

Puesto que en este nuevo papel el Estado Dominicano tenía necesariamente que abandonar los mecanismos democráticos existentes en 1930, se hizo imperativo el desarrollo máximo de los instrumentos represivos. Ello explica el paso de un ejército compuesto de algo menos de 2,000 soldados en 1930, a una fuerza armada en 1955 integrada por 25,000 miembros.

En 1930 el orden público era controlado en todo el país por policías municipales y su número no llegaba a los 800 miembros. El nuevo Estado que Trujilo fue conformando, paso a paso, convirtió a la Policía Nacional en otro ejército de cerca de 10,000 miembros al servicio de la dictadura, es decir, con una orientación y práctica marcadamente políticas.

El Estado Dominicano de 1955 poseía otros aparatos militares, inexistentes en 1930, como la Marina de Guerra, con cerca de 4,000 miembros y unos 15 buques; la Fuerza Aérea Dominicana, con cerca de 100 aviones y unos 5,000 miembros, incluyendo su infantería; por último debemos de citar el Servicio de Inteligencia Militar, un cuerpo absolutamente dedicado al espionaje, al crimen y la represión.

Es importante notar que el SIM, como popularmente le denominó el pueblo, tenía una sección dedicada al espionaje y el crimen en el extranjero. Esa sección fue la que se encargó de los asesinatos de Sergio Bencosme en 1935 en New York; de Pipí Hernández en La Habana en 1950; de la desaparición del dirigente obrero Mauricio Báez, ocurrida también en La Habana en 1950; de la muerte del desaparecido periodista y novelista Andrés Requema, en 1952 en New York; de la captura y posterior muerte del escritor español Jesús de Galíndez, en 1956, y de otros que harían muy larga lista.

Otros instrumentos políticos y represivos menores merecen ser mencionados, pues aunque de vida efímera, también jugaron un papel dentro del Estado dictatorial creado por Trujillo. Eran estos, La Guardia Universitaria, organización paramilitar para el control del estudiantado universitario; los Jinetes del Este, los Cocuyos de la Cordillera, estos últimos, organizados para el mantenimiento del orden político en los campos, bajo la supervisión de los Alcaldes Pedáneos.

El crimen de Galidez y Murphy contribuyó a que se operara un cambio en la conducta del gobierno norteamericano con respecto a la dictadura.

Para este cambio de enfoque en los altos círculos del poder de Estados unidos, jugó un papel de primer orden la prensa de ese país, pues prácticamente todo los principales periódicos mostraron signos de preocupación por el mantenimiento en el poder en el Caribe de un dictador que se permitía la libertad de matar y secuestrar impunemente en el propio territorio de los Estados Unidos. Merece mención aparte el papel jugado por The New York Times y el Washington Post. Estos dos diarios, a partir del caso Galíndez, ofrecieron especial cobertura a la situación dominicana.

Pero también Trujillo mismo contribuyó a este cambio de la prensa de Estados Unidos, no sólo con sus crímenes, sino también por convertir a la República Dominicana en refugio de los dictadores derrocados de América Latina. El primero en arribar al país fue el antinorteamericano general Juan Domingo Perón, ex presidente de Argentina, a finales de 1955. A éste le siguió el dictador colombiano general Rojas Pinilla derrocado en 1957 luego lo hizo el tirano venezolano Pérez Jiménez, al año siguiente.

Justamente en el mes de diciembre de ese 1958, perfectamente enterado del desarrollo de la lucha armada en Cuba contra el régimen de Fulgencio Batista, el “Benefactor” firmó con el dictador haitiano Duvalier un acuerdo de ayuda mutua para resistir cualquier amenaza a sus gobiernos. El último tirano en ser recibido en Santo Domingo fue el sanguinario general cubano Fulgencio Batista, quién arribó la madrugada del 1ero de enero de 1959, tras ser expulsado del poder por el movimiento guerrillero “26 de Julio”, que encabezó el Dr. Fidel Castro Ruz.

La llegada al poder de Fidel Castro y sus revolucionarios “barbudos”, como fueron conocidos en todo el mundo, ocurría en un momento en que se desarrollaba en todo el continente una profunda corriente democrática antidictatorial, y fue en este espacio cuando por primera vez un pequeño ejército rebelde mal armado, vencía a un ejército profesional.

Este precedente abrió nuevas perspectivas a los luchadores antitrujillistas que vivían en el exilio y que sumaban ya varios miles. A esta situación favorable se le agregó el compromiso público asumido por el joven gobernante cubano de contribuir con la liberación del pueblo dominicano. Además, algunos dominicanos antitrujillista lucharon en las filas del ejército rebelde junto a Fidel, donde habían alcanzado posiciones de importancia.

A finales de enero, fue constituída, con sede en La Habana y delegaciones en New York, Caracas y San Juan, Puerto Rico, el Movimiento de Liberación Dominicana, entidad que tuvo a cargo el enrolamiento de los miembros del ejército guerrillero que serían entrenados en los campamentos Mil Cumbres y Madrugá, el primero situado en Pinar de Río, el segundo, a unos 70 kilómetros de La Habana.

Trujillo inició un arduo programa de fortalecimiento de sus fuerzas militares mediante la urgente compra de armas, municiones y aumentando sus filas en varios miles más. Para ese fin fueron usados 50 millones de dólares, además de 38 millones presupuestados ese año para la rama militar. Esta abrumadora suma destinada al programa de reforzamiento de la defensa del régimen de Trujillo, equivalía a casi el 50% del total del presupuesto nacional.

Ese programa envolvía también la organización de una legión extranjera, integrada por mercenarios contratados en Europa y los Estados Unidos. A cada oficial de este ejército se le ofrecían salarios de entre mil y mil quinientos dólares. En la legión extranjera fueron integrados muchos ex soldados batistianos y europeos que habían pertenecido a los ejércitos de Hitler y Musolini. Al frente de esta legión fue situado como jefe el general Fausto Caamaño, compañero de armas de Trujillo desde la ocupación militar norteamericana de 1916 – 1924.

Para reunir la suma requerida para fortalecer sus fuerzas armadas, el gobierno dispuso la promulgación de nuevos impuestos que afectaron a las exportaciones, la industria y el comercio. Así mismo la ley No.5144 del 6 de junio de 1959, dirigida a afectar con un nuevo impuesto a casi todos los artículos de gran consumo como la leche, el pan, el arroz, las pastas alimenticias, el vestido, el calzado, los aceites lubricantes, y el cemento. Tales medidas impositivas ahondaron más el ya evidente deterioro de la economía nacional, profundizando a su vez la miseria en el seno del pueblo trabajador.

Para agravar más la situación económica del país, pese a que el 21 de enero fue promulgada la ley No. 5071 que prohibió toda exhortación o transferencia de divisas depositadas en los bancos nacionales, tanto Trujillo como sus familiares, y el pequeño grupo que componía la burguesía burocrática que le acompañaban en el disfrute sin límites del poder, dieron inicio a un desenfrenado proceso de depósitos de divisas en bancos de Estados Unidos y Europa debido a que sintieron el peso de la amenaza que veían venir sobre el régimen.

Se desconoce el monto total de las divisas sacadas del país por el “Benefactor” y su grupo durante ese año de 1959, pero expertos financieros lo estiman en superior a los 50 millones de dólares. Esa fuga de divisas, más las fuertes sumas invertidas en armamentos y pertrechos militares, dieron origen a un serio desequilibrio en la balanza de pagos y una carencia de dólares que afectó seriamente las importaciones, hecho que atizó el descontento entre los comerciantes.

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