Pese al clima general de tensión creado en toda la nación con el derrocamiento de Vásquez, se mantuvo el compromiso de efectuar elecciones en mayo de 1930, oportunidad que aprovechó Trujillo, jefe del golpe y del ejercito, para lanzar apresuradamente su candidatura. Utilizó para ello una plataforma política creada rápidamente por los opositores de Vásquez, que fue llamada Confederación de Partidos, luego de frenar dentro del grupo golpista, las aspiraciones de Estrella Ureña, a quien obligó a aceptar la candidatura de Vicepresidente. Los líderes del derrocado partido de Vásquez, por su parte, luego de largos debates lograron ponerse de acuerdo para presentar a Federico Velásquez, líder del Partido Progresista, y a Ángel Morales, del Partido Nacional, como su propuesta, la cual denominaron: Alianza Nacional Progresista.
Consciente el general Trujillo de la fuerza de las candidaturas de la Confederación de Partidos, desde antes del inicio de la campaña ordenó a las fuerzas militares de todo el país el desarme de los síndicos, regidores y alcaldes pedáneos, y de toda persona vinculada a sus contrincantes, al tiempo que organizó una numerosa banda de matones casi todos miembros del ejército y delincuentes comunes, que fue bautizada con el nombre de “la 42”, para agredir violentamente las concentraciones de los simpatizantes de los candidatos Velásquez y Morales.
Un testigo de aquellos días, narró el ambiente creado por Trujillo en las elecciones de 1930. “El grito de combate, de unánime repulsa a Trujillo, lanzado por el pueblo era: “no puede ser”. Un domingo en la tarde celebramos un mitin en el Parque Colón. Mientras peroraban los oradores, evolucionaban, por encima de nuestras cabezas, aviones del Ejército con el fin de intimidarnos. El gremio de choferes, opuesto unánimemente a Trujillo, como todos los verdaderos obreros del país, efectuó otro, una noche de abril de 1930, para manifestar su adhesión a la candidatura de la Alianza. Al terminar el acto, cuando los dirigentes se retiraban en un carro, oficiales del Ejército los atacaron con fusiles ametralladoras. Murieron unos y otros fueron heridos. Aquel crimen quedó impune. En Barahona disolvieron a tiros una manifestación de la Alianza y resultaron muertos algunos de los manifestantes. El líder horacista Demóstenes Matos fue también asesinado en esos días en dicha ciudad. El periodista azuano Emilio Reyes corrió la misma suerte.
Ante la impopularidad de su candidatura, auguradora de un seguro fracaso en los comicios. Trujillo no vaciló en lanzarse por el camino de la violencia. Los actos de coacción se multiplicaron en ciudades y campos. En la capital “La 42” encargóse de sembrar el terror. Perpetraba toda clase de de atropellos y vejaciones al amparo de la más absoluta impunidad. Los líderes de la Alianza terminaron por convencerse, desgraciadamente demasiado tarde, de cuán inútil era buscar la salvación de la causa democrática en una pacífica lucha electoral. Amedrentando el campesinado, desarmados por el Ejército los dirigentes aliancistas de cada ciudad, pueblo o aldea, a merced, por lo tanto, de los sicarios que los perseguían sin descanso, era imposible concurrir a las urnas”. (Mejía, Luis F. “De Lilis a Trujillo”. 1976. Págs. 244-245).
En efecto, el clima de violencia creado en todo el país por el futuro dictador con su grupo de sicarios, condujo a los candidatos Velásquez y Morales, que días antes habían sido víctimas de un atentado en el Cibao, a la protesta cívica frente al gobierno, a solicitar la intervención de la Junta Central Electoral para detener los crímenes y abusos de los bandos trujillistas, también a las quejas y lamentos ante la Legación de Estados Unidos, que luego del golpe que derrocó a Vásquez, había manifestado garantías de elecciones libres. Pero como todo resultó inútil, mientras crecía el temor y la violencia haciendo imposible cualquier manifestación pacífica, Federico Velásquez y Angel Morales, candidatos de la Alianza Nacional Progresista, decidieron entonces llamar a sus partidarios a abstenerse de participar en los comicios de mayo de 1930. Trujillo fue elegido sin votos en su contra con la complicidad de una Junta Central Electoral integrada por correligionarios de su proyecto presidencial.