Cuando Trujillo cayó abatido en la acción del 30 de mayo de 1961, su hijo mayor Ramfis Trujillo, se encontraba en París, Francia, donde asistía desde hacía algún tiempo, a un largo torneo de polo, su deporte favorito.
Al enterarse de la muerte de su padre, Ramfis ordenó el flete de un avión de la Air France al costo de más de cincuenta mil dólares que le permitió su regreso al país en cuarenta y ocho horas para dar inicio a una larga orgía de sangre en venganza por la muerte de su padre.
Tras su retorno la primera visita de Ramfis fue hecha al Presidente nominal, Dr. Balaguer, con quien se reunió por largas horas. Al abandonar la reunión efectuada en el Palacio Nacional ordenó la entrega a los corresponsales de la prensa, de copias del decreto que le designaba como Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, declaró según publicó el diario “El Caribe” el 2 de junio, que “solo tengo la intención de respaldar totalmente el actual gobierno de la República y a su presidente el Dr. Balaguer”.
Como se desprende de esa declaración, de esa reunión y de otras que se efectuaron, salió el firme propósito de la continuidad en el mantenimiento en el poder de todos los funcionarios de la dictadura, incluyendo al Dr. Balaguer y de los familiares de Trujillo que ocupaban posiciones de mando en las Fuerzas Armadas y en el aparato burocrático del Estado.
Como parte de esa estrategia el Dr. Balaguer comenzó a hablar del “libre ejercicio de las actividades políticas”, de “garantías para las libertades democráticas”, permitiendo la visita de una comisión de la OEA para “vigilar el respeto a los derechos humanos”, mientras al propio tiempo tomó por decreto algunas medidas para intentar ganar popularidad, como fueron: rebaja de impuestos a los artículos de consumo masivo: arroz, aceite, café, cacao, etc., redujo el Impuesto sobre Beneficios y a la Cédula Personal de Identidad, bajó los derechos para la expedición de pasaporte, exonero el impuesto al gasoil, distribuyó vehículos a choferes, triciclos a vendedores ambulantes, canastillas a parturientas y los fondos del Partido Dominicano a militares y políticos de escasos recursos.
Dentro del marco de esa fiesta de disposiciones, fue dictada la ley No. 562, que convertía a las Fuerzas Armadas en una institución prácticamente autónoma.
Durante esos días Balaguer aprovechó también la Asamblea General de las Nacionales Unidas, para anunciar allí el fin de la dictadura y los “inicios del establecimiento de la democracia” en la República Dominicana.
Todo lo anterior ocurría con las cárceles abarrotadas de presos políticos y cuando se desarrollaba una nueva campaña de persecuciones y apresamientos dirigidos por Ramfis contra los sospechosos de tener relación familiar o de amistad con las personas envueltas en la muerte del dictador, las cuales fueron sometidos (hombres, mujeres, niños y ancianos) a torturas, a causa de las cuales muchos fallecieron.
Especialmente brutal fue el tratamiento que padecieron en la cárcel de La Cuarenta y El Nueve las esposas e hijos del general Juan Tomás Díaz, Luis Amiama Tió, Antonio Imbert Barrera, los familiares de Antonio de la Maza, todos sus hermanos fueron asesinados; igual destino padeció Segundo Imbert, hermano de Antonio Imbert asesinado en la cárcel de La Victoria; la familia Báez Díaz, Don Miguel y su hijo Miguelito, fueron asesinados en prisión. El Dr. Robert Reid Cabral, que dio albergue en su hogar por cinco días a los perseguidos Antonio de la Maza, Juan Tomás Díaz, Marcelino Velez y Salvador Estrella Sadhalá al conocer la visita en su hogar tras su búsqueda de varios agentes del SIM, se suicidó. Al general Román Fernández, parte importante del grupo envuelto en el tiranicidio le fueron cosidos los parpados, extraída las uñas, sometido a la silla eléctrica y luego de interminables interrogatorios a base de torturas y golpes, fue finalmente fusilado por Ramfis Trujillo.
En aquellos días la ciudad capital y las principales ciudades del país vivían una verdadera situación de terror pues el patrullaje de las fuerzas militares y policiales y los servicios secretos eran intensos de día y de noche y los frecuentes registros a los transeúntes en las calles eran cuestiones comunes.
En julio de 1961, a pesar de la situación descrita los estudiantes iniciaron movilizaciones en la Universidad en demanda de la salida de los Trujillo, la renuncia de Balaguer, la autonomía universitaria y exigiendo justicia para los esbirros, y a los pocos días se sumaron los estudiantes de las escuelas secundarias, convirtiendo en poco tiempo al país en un mar de protestas permanente que logró arrastrar a los habitantes de los barrios pobres.
En fin, la nación comenzaba a convertirse en ingobernable, hecho que condujo a Estados Unidos a enviar a un alto representante del Departamento de Estado para presionar a Balaguer por la salida de la familia Trujillo.
Los primeros en salir fueron los hermanos del dictador, Héctor, José Arismendi y Pedro. Pero a los pocos días decidieron regresar con planes de orquestar un supuesto golpe militar, situación que aprovechó Estados Unidos para situar en las costas de Santo Domingo, visibles a su población, varios grandes buques de guerra, acción que envolvía un claro mensaje de repudio.
El 19 de noviembre un levantamiento militar en la aviación de Santiago encabezado por el general Pedro Rafael Rodríguez Echavarría, exigió la salida de Ramfis Trujillo, sus tíos y demás familiares, pero también declaró su apoyo al Presidente Balaguer.
Ese último hecho, unido a la presencia en nuestras costas de buques de Estados Unidos y las manifestaciones generalizadas del pueblo demandando la salida de los Trujillo, obligó al hijo del tirano, Ramfis, a abandonar finalmente el territorio dominicano el 19 de noviembre.
Al enterarse de la salida de los Trujillo el 19 de noviembre miles de personas salieron a las calles en la ciudad capital y en los principales pueblos del país saludando con alegría la tan esperada partida y durante todo el día y la noche, fueron efectuados numerosas actividades festivas colectivas en celebración de ese acontecimiento en clubes, bares y barriadas de la capital, Santiago y otras ciudades importantes.
Pero ese mismo día y antes de su partida el hijo del tirano llevó a cabo su última acción al lograr que los implicados en la muerte del tirano que se encontraban presos en la cárcel de La Victoria, Modesto Díaz, Roberto Pastoriza, Huáscar Tejada, Pedro Livio Cedeño, Luis Manuel (Tunti) Cáceres y Salvador Estrella Sadhala, fueran trasladados por efectivos policiales y conducidos a la Hacienda María, “propiedad” del tirano, donde fueron fusilados personalmente por él y otros que le acompañaban. Poco después de ese genocidio, el hijo de Trujillo abandonó finalmente el país con destino a las pequeñas Antillas y de allí a Francia, donde se radicó por algún tiempo.
Cuando al otro día se conoció de esa última terrible acción de despedida de Ramfis, la nación entera expresó su indignación, reanudándose en lo inmediato las movilizaciones populares en demanda de la renuncia de Balaguer.
A tales presiones, en su afán de permanecer en el poder Balaguer respondió con nuevas medidas demagógicas. Esta vez, rebajó el impuesto a las placas de los vehículos, redujo en un 50% el impuesto de las patentes al comercio y redujo el impuesto a la gasolina, mediante las leyes No. 5686 y 5688.
Asimismo, por decreto No. 7338, redujo el precio de la harina de trigo y el de cemento y el aceite de maní. Además liberó de todo impuesto la exportación de café y cacao.
Pero como las protestas pidiendo su salida del poder no se detenían y en diciembre estalló una huelga que duró doce días, el Dr. Balaguer, con la asistencia del Dr. Morales Carrion, enviado especial del Presidente Kennedy, propuso a la oposición la creación de un Consejo de Estado, formula que solo encontró apoyo en el grupo conservador Unión Cívica Nacional.
Ese Consejo de Estado, que en principio el Dr. Balaguer presidió, estuvo integrado además por: Lic. Rafael F. Bonnelly, ex diplomático y ex ministro de Interior y Policía; Mons. Eliseo Pérez Sánchez, Senador; el Dr. Nicolás Pichardo; Lic. Eduardo Read Barrera, Luis Amiama Tió y Antonio Imbert Barrera. Los dos últimos, participantes en la acción del 30 de mayo. El Consejo de Estado debía convocar a elecciones generales, a más tardar el 20 de diciembre del mismo año y para la constituyente en agosto.
Pero las protestas, las movilizaciones y las huelgas en repudio de la presencia de Balaguer en la presidencia de la República, continuaron. Finalmente luego de una larga huelga que paralizó al país por doce días, el más destacado intelectual, ideólogo y consejero de Trujillo, intentó un golpe militar con la complicidad del general Echavarria, proyecto que fracasó y luego buscó asilo en la Nunciatura Apostólica, para al cabo de algunas semanas viajar al exterior, a Estados Unidos donde encontró refugió.