Expedición de Cayo Confites, 1947

Juancito Rodríguez García
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A partir de la aplastante derrota del fascismo en Europa, proceso que culminó con el ajusticiamiento en Italia de Benito Mussolini y el suicidio de Adolfo Hitler en Berlín en 1945, la euforia creada en todo el mundo a favor de la democracia, favoreció dentro del exilio dominicano la idea de organizar la lucha armada contra Trujillo.

Tales criterios se fortalecieron con las llegadas a Cuba, primero del rico ganadero y hacendado, don Juan Rodríguez en 1946, y poco después, de su hijo José Horacio Rodríguez, y docenas de otros exiliados que arribaron también ese año a ese país procedentes de Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos, pues desde que piso la patria de Martí, el rico ganadero dominicano ofreció aportar su fortuna a la organización de una expedición armada para derribar a Trujillo

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También contribuyó a fortalecer la idea de iniciar la lucha armada contra esa tiranía, el cálido clima de solidaridad del pueblo cubano y sus principales intelectuales y dirigentes políticos a favor de la libertad de los dominicanos. En Cuba se formaron varias organizaciones de estudiantes, intelectuales y políticos, para ayudar a la causa dominicana.

Por esa razón, cuando bajo la dirección de don Juan Rodríguez se dieron los primeros pasos en la organización de los planes expedicionarios, como fueron la aportación de los recursos para la compra en Estados Unidos de tres barcos, (desechos de la II Guerra Mundial, bautizados como: El Fantasma, Antonio Maceo y El Aurora) y ocho aviones de combate (cinco P-38 y tres P-51) a los que se sumaron otros dos aviones bimotores Douglas, DC-3, aportados con recursos que consiguió Juan Bosch en Venezuela, centenares de jóvenes cubanos (entre ellos Fidel Castro Ruz), se unieron a la causa dominicana integrándose a los entrenamientos que, con la autorización del gobierno cubano de Grau San Martín, se efectuaban en un cayo de Cuba, denominado Cayo Confites, a principios de 1947.

El gobierno cubano además, por la vía de su Ministro de Educación, José M. Alemán, aportó varios millones de dólares que fueron invertidos en la compra de armas, (cañones, ametralladoras de varios calibres, rifles, etc.), casi todos comprados al gobierno de Perón en Argentina, por medio de las discretas diligencias efectuadas por el Dr. Juan José Arévalo, presidente de Guatemala.

En total, y en poco tiempo, el proyecto de Cayo Confites, logró reunir en lo que se llamó: “Ejército de Liberación Dominicano”, cerca de mil doscientos hombres, la mayor parte dominicanos y cubanos, pero también venezolanos, guatemaltecos, nicaragüenses, españoles, puertorriqueños, etc. Por la gran cantidad de personas envueltas en el enrolamiento, fue imposible que tal actividad permaneciera en secreto.

Por ese motivo la prensa internacional informó al mundo sobre los preparativos de la expedición, hecho que favoreció que el dictador Trujillo se dirigiera el 20 de agosto de 1947 al presidente Grau San Martín, señalando que su gobierno tenía informe de los mismos, y como el gobernante respondió por la vía diplomática con evasivas, amenazó a Cuba con una declaración de Guerra.

Los principales jefes del Ejército de Liberación Dominicano lo fueron: el general Don Juan Rodríguez, jefe supremo, Juan Bosch y Miguel Ángel Alcántara. Como comandantes de batallones se encontraban los cubanos, Rolando Masferrer y Eufemio Fernández.

Aterrorizados por la respuesta evasiva que recibió del presidente de Cuba, el dictador dominicano cambió de método y enterado de que el jefe de las Fuerzas Armadas de Cuba, general Genovevo Pérez Dámera y el jefe de la Policía, coronel Fabio Ruiz Rojas se encontraban en Washington, envió de inmediato al general Arturo Espaillat para que se entrevistara con los oficiales cubanos, con instrucciones de que pactara con ellos el sabotaje a la acción programada por el exilio dominicano a cambio del pago de una suma millonaria, pacto que el general Pérez Dámera y el coronel Ruiz Rojas cumplieron rigurosamente, pues regresaron de inmediato a Cuba con el propósito de lograr la disolución del campamento de Cayo Confites.

A finales de septiembre de 1947 los jefes de la expedición de Cayo Confites dieron la orden de partida en los buques Fantasma y Antonio Maceo y las dos embarcaciones fueron interceptadas en alta mar por unidades de la Marina de Guerra cubana, que apresó a todos los expedicionarios, los cuales fueron conducidos al campamento militar de Columbia de La Habana. Pérez Dámera y sus hombres, además, incautaron las armas y los buques. Pudo escapar del apresamiento, el joven de 21 años Fidel Castro Ruz, quien se lanzó al mar con un grupo de sus amigos.

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