El mito del desarrollo económico de la Era de Trujillo

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Elemento central de la propaganda de la dictadura lo fue el presentar al tirano como un “Mesías” cuyo poder y voluntad habían transformado la vida económica y espiritual de la República, desde la más absoluta situación de miseria y abandono, en que se encontraba en 1930, al sendero de la “civilización y al progreso”.

Dentro de esa concepción ideológica Trujillo fue presentado como el creador del Estado dominicano, y derivado de lo anterior como el Constructor de la Nacionalidad, y por tanto, “Benefactor y Padre de la Patria Nueva”.

La propaganda sistemática del régimen y de sus ideólogos especializados en la difusión de la mentira, resaltando la supuesta transformación y modernización registrada por la República durante la Era de Trujillo, fue tan intensa y profunda, que muchos años después de caída la tiranía, no pocos intelectuales repiten sin cesar esa falacia.

El examen de lo ocurrido durante los 30 años en que nuestro país padeció el régimen tiránico de Trujillo, expresa, sin embargo, de manera contundente que la política económica implementada durante su largo gobierno, arrojaron resultaros contrarios y que se caracterizó por lo siguiente:

1. Monopolización de parte del tirano, sus socios y familiares del limitado desarrollo industrial registrado en la economía nacional, sobre la base de la utilización del Estado y sus instituciones, incluyendo los aparatos represivos (ejecito, policía y servicios de seguridad) puestos al servicio de sus intereses económicos. Tal y como expresó el profesor Bosch, Trujillo por la fuerza se convirtió en el “gran capitán” de la industria nacional. A la hora de su muerte, Trujillo aparecía como propietario del 51% de los capitales invertidos en la industria nacional. Su fortuna personal que envolvía industrias, haciendas, inmensa ganadería, ingenios azucareros, líneas aéreas y de vapores, y depósitos bancarios, etc., sobrepasaban los 600 millones de dólares de aquella época, suma que elevaba al valor actual de esa misma moneda, sobrepasan hoy los 3 mil millones. En 1960 un automóvil Chevorlet de cuatro puertas tenía un precio de mil pesos.

2. Concentración en sus manos de las mejores tierras agrícolas y ganaderas de la nación. En ese orden Trujillo dejó intacto el ordenamiento latifundista proveniente del siglo XIX, aunque logró con el uso de la violencia y utilizando las fuerzas militares del Estado, el chantaje y las presiones políticas, apropiarse de cerca del 50% de las mejores tierras cultivables, ganaderas y cañeras del país. En 1950, en una nación eminentemente agrícola, con una población de poco más de dos millones de habitantes y una población rural que rondaba el 75%, es decir, 1,627,000 campesinos, sólo 201 familias de latifundistas que incluían a Trujillo, sus familiares y socios, acaparaban el 43.7% de las tierras cultivables, mientras, 209,000 familias minifundistas apenas disponían tan solo del 13.7%. El censo de 1950, también señaló que del total de más de millón y medio de campesinos, solo trabajaba medio millón y que el 77% de los que laboraban solo el 23% recibía salario por su labor. De esa última cifra, las tres quintas partes eran menores de 14 años. Con el tiempo la situación empeoró. Según el Censo Agropecuario de 1960, de 447,098 fincas censadas, 290,301 tenían menos de 30 tareas, abarcando un total de 3 millones de tareas, mientras por el otro lado 44 grandes propietarios, entre los que se encontraban Trujillo y sus familiares, eran duelos de nueve millones de tareas de las tierras más fértiles. Trujillo solo era propietario de más de dos millones y medio de tareas de tierra. Pero más importante que lo anterior, para poder comprender la magnitud de la crisis económica y social que se padecía en el campo, son los datos de ese mismo censo sobre la población económicamente activa en ese sector productivo, donde encontramos que de un total de 1,117,732 personas ocupadas en labores agrícolas, 977,882 trabajaban sin recibir remuneración alguna, superando en más de 400 mil el número de trabajadores no remunerados existentes años antes.

Pero lo que es más revelador: en 1950 el censo agropecuario arrojó la existencia de 153,644 trabajadores agrícolas asalariados, mientras el de 1960, indicaba que únicamente 139,850 personas recibían salario por su trabajo. Mientras la población aumentaba el trabajo asalariado se reducía.

3. El modelo económico trujillista se caracterizó también por una política salarial bajísima que cubría apenas para el sostenimiento de la vida del trabajador. En la década de los años cincuenta (1950-1959) el salario oficial por hora del obrero, en el papel, era de 0.25 centavos de dólar, pero en verdad, en las industrias más avanzadas apenas llegaba a $1.00 por día. Toda aquella superexplotación se complementaba con el control absoluto de los sindicatos obreros. Mediante el uso de la represión la dictadura creó una Confederación Dominicana de Trabajadores, cuyos dirigentes eran seleccionados por la dictadura. La libertad sindical no existió y si bien entre 1942 y 1946 se registraron importantes movimientos huelguísticos, todos fueron ahogados en sangre y sus principales organizadores asesinados. Los sobrevivientes, como Mauricio Báez, Justino José del Orbe y otros, para salvar la vida se vieron en la obligación de buscar asilo político y abandonar el país.

4. El control financiero de la nación fue otro de los elementos claves que facilitó al déspota dominicano amasar la inmensa fortuna que consiguió mediante el latrocinio. A mediados de la década de los años cuarenta Trujillo creó los instrumentos fundamentales para alcanzar ese control, fundando el Banco de Reservas, el Banco Central y el Banco Agrícola.

Por su parte, tanto el Banco Central como el Banco de Reservas y el Banco Agrícola, fueron utilizados como fuentes de financiamiento de los proyectos industriales y agrícolas del dictador. Pero también para vender a esas entidades propiedades a precios altísimos y comprarlas de nuevo a precios irrisorios. En 1960, a causa del robo y el despilfarro de los recursos de la nación, de los inmensos gastos militares en que incurría el gobierno, a la caída de los precios de las importaciones y al acaparamiento de las divisas de parte del tirano, socios y familiares, el modelo trujillista entró en crisis. El informe mensual del Banco Central de diciembre de ese año permite resaltar que el peso dominicano circulante, ascendente a la suma de $55,072,073, de supuesta paridad con el dólar, carecía de respaldo en divisas. El Banco Central solo tenía en sus bóvedas la suma de US$718,052,75, más 16 millones de dólares depositados en bancos extranjeros. Trujillo, sus familiares y socios, alarmados ante la crisis económica que ellos mismos habían creado, llevaron a efecto también el saqueo de las divisas de la nación para depositar esos fondos en bancos extranjeros.

En medio de ese desastre financiero el Presidente nominal de la República, Dr. Joaquín Balaguer por el decreto No. 5479, en enero 24 de 1961, designó a Trujillo Presidente de los Bancos del Estado. Es decir, puso a “la iglesia en manos de Lutero”.

Tal desbarajuste económico nacional solo pudo ser superado cuando el 30 de mayo de 1961, un grupo de patriotas encabezados por Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barreras, Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Modesto Díaz, Salvador Estrella Sadhala, Roberto Pastoriza Neret y Huáscar Tejada Pimentel, ajusticiaron al tirano, acción que permitió posteriormente el establecimiento de nuevas normas en la economía de la nación que restablecieron la vigencia de las libertades del liberalismo en las actividades comerciales e industriales de la República.

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